miércoles, 13 de mayo de 2009

Hablaban....

y hablaban. Llevaban así horas y horas, muchas más de las que se habían visto aquellos dos únicos días, 12 y 13 de mayo de 2009. Y era para lo que estaban allí. Para hablar, y hablando llegar a conclusiones, a acuerdos por los que se tomasen decisiones para dar soluciones a los problemas de los que les habían dicho, con su voto, que tenían que estar allí sentados, hablando.

Lo malo es que hablaban, pero no parecía que llegaran a muchas conclusiones que llevaran a soluciones. Los que les habían votado, los que les habían puesto allí, los veían a través de sus televisores, de sus radios y periódicos, cada uno en su casa, con sus familias, y no comprendían como se podía perder tanto tiempo en hablar sin llegar a solucionar apenas nada.

Y empezaban a preguntarse ¿Para qué les votamos?
Cada uno se preguntaba ¿Para qué les voté? ¿¿Qué están haciendo?? ¿Así trabajan por mí? Dudas, alimentadas por la forma de proceder de aquellos a los que se pagaba para que hablasen entre sí, dudas alimentadas porque sus palabras, sus palabras acumuladas en discursos, no parecía que dijesen nada.

La palabra está para transmitir un mensaje, pero los que les habían votado tenían la sensación de que usaban la palabra para todo lo contrario, para peder tiempo, para no decir nada relevante, para distraer, para no hacer su trabajo, sino para seguir allí, sentados, hablando, y hablando y perpetuarse así, con palabras engañosas.

Al menos así debían pensar muchos de aquellos que votaban, porque un pequeño grupo, harto de ir a votar y ver que, años y años y los sentados no hacían su trabajo, empezaron a hablar entre ellos, y se dieron cuenta de que pensaban igual, que, hablando ellos sí estaban llegando a sitios, a puntos que sí podían dar solución a los problemas.
Hablando, llegaron a la conclusión de que debían entrar en aquella sala donde estaban los que cobraban por hablar, para hacer oír las ideas y conclusiones a las que llegaban, porque podían aportar soluciones y hacer que de nuevo, las palabras sirviesen para lo que debían.
Y la decisión fue seguir las reglas, y cumplir con la ley de todos, de los que cobraban por hablar y de los que les votaban, para entrar en aquella sala haciendo bien las cosas.Y lo consiguieron.

Al principio fueron pocos, sólo uno en el principio. No le daban tiempo a hablar para poder decir todo lo que quería, pero estaba por fin y ese primero -que tuvo de género femenino- fue el principio de todo un cambio político. Un cambio que muchos, tanto de los que cobraban por hablar como de los que les votaban para ello, muchos no entendían ni querían que se diese ese pequeño cambio, porque no lo consideraban necesario unos, otros porque sabían que el cambio no iba a ser pequeño, y que era reflejo de un cambio mucho más profundo que se daba entre todos los que votaban.Entonces eran pocos, sólo uno a la vista de todos.

Entonces... ¿Cómo siguió la historia?
La estamos escribiendo.

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