a que de una vez por todas me detenga a dedicarme a mí leyendo su historia. Van ya imnumerables intentos, uno cada noche desde hace semanas y tras tres renovaciones de salida en el biblioteca municipal.
Esta vez es la definitiva. No quiero dejarla esperándome en la estantería, silenciosa, gritándome son sus silenciosas letras, palabras, frases, que encuentran eco, eco, eco rebotando en mis neurones.
¿Y a quién culpar entonces de que doña Turpin me aguante tantos desplantes? Tantas cosas, vida diaria. 24 horas que no dan para todo. Y cuándo lo hacen te deleitas en la ilusión, mentira bonita, de que el día siguiente podrás estirar aún más esas horas.
Ayer me llamaba doña T desde mi bolso. Me pareció, mientras lo cogía con mi habitual falta de cuidado, aprisa, como siempre, para salir, aprisa, hacia el hipermercado, a por la compra que define una niñita de 19 meses. Y, mientras avanzaba mi paso más atropellado que ágil, el bolso clavaba sus asas y yo me preguntaba qué llevaba a aquella hora dentro para que me pesase así. Me detuve entre los coches del aparcamiento. Los carritos de la compra, encadenados a su aparcamiento correspondiente fueron los mudos testigos de mi gesto, cuando, al caer la luz del sobre los tesoros de mi bolso, me saludó primero el blanco de su canto y el verde de sus tapas, de las tapas del libro que me espera para contarme la historia de doña T.
Mi gesto era la disculpa, sin palabras. Buscaba una disculpa, mirando aquellas tapas verdes de piel, una disculpa que me eximiese de mi pecado. El pecado de elegir planchar, limpiar, hacer camas, quitarle el pañal a mi niña, hacer la compra, buscar trabajo, pensar en política, escribir este blog, todo antes que escuchar las páginas de su historia.
Buscaba una disculpa, de doña T y de don Pombo, pero no la encuentro porque no me la otorgo. No tengo disculpa ni me merezco. No hay excusa. Esta ilustre pareja que ya forman en la literatura, la señora T y su creador, el señor P, pues no me han de disculpar la falta si acabando el día les retomo ya en la forma y modos definitivos.
Nieves: ¡Ponte a leer de una santa vez!
jaja si es que haces muchas cosas, doña N. :p y lo que dices, que 24horas, son muuuuuuuuy pocas :s no sé quién inventó el calendario, pero desde luego que lo sobraba el tiempo...
ResponderEliminarÁnimo! :D