martes, 26 de mayo de 2009

Desde su/tu/mi ventana...

he visto este fin de semana pasar algo no muy al uso. Algo que otros ya van dejando de lado por parecer de otra época muy lejana ya. He visto a un grupo de ciudadanos, con sus propios coches, usando de su tiempo libre, para difundir lo que ellos creen que es una opción real a lo que en política española está siendo, en mi humilde opinión, un quiste más que una tradición. Ese quiste es la política de los grandes partidos nacionales.

He visto un color diferente al azul o el rojo, un color vivo, actual, un color de siempre, que siempre ha estado ahí, pero lo he visto pasar más fuerte, instalado en sus banderolas, en sus carteles, en sus mensajes gritados al aire desde el salpicadero de ese coche anónimo de ciudadano anónimo.

Unos vecinos les miraban intentado recordar que habían visto esa imagen, ese símbolo, otros lo miraban reconociéndolo y frunciendo el ceño al instante, otros simplemente lo miraban sin molestarse en que su pensamiento dedicara su atención un minuto siquiera a otra cosa que no fuera su propia rutina -aptitud muy respetable por otra parte-.

Y otros, en plural, saludaban el paso de la comitiva, sonreían y saludaban, sin conocer a las personas, pero saludándolas con la sonrisa en la cara por el color que mostraban, por el color que el mensaje simbolizaba.

Desde su/tu/mi ventana los he visto pasar, los he escuchado en la voz de su Rosa, y me ha vuelto a asomar esa sonrisa que tengo desde que soy magenta.

La sonrisa que se va instalar en el Parlamento Europeo el próximo 7 junio, una sonrisa magenta serena, clara y segura.

viernes, 22 de mayo de 2009

Me ronda la imagen de una niña...

muerta.
Aterida de frío. Con su pequeño puño cerrado. Dentro de su manita unas monedas. Junto a la otra mano el asa de una golpeada lechera que el frío ha logrado zafar de su dedos. Así se quedó, esperando a que pasase todo. Esperando que dejasen de caer bombas el frío la mató. Me duele pensar en lo sola que estaba allí, en sus últimas horas. Pero dicen que es una muerte dulce, que te quedas dormido. Espero que sea cierto, con toda mi alma, porque mientras invento recordando su imagen, una imagen inventada de una niña real muerta en una guerra, el dolor se instala en mi pecho, la lágrimas en mis ojos, por la infancia, por su inocencia, por su frío, por su sufrimiento, por su miedo, por su pequeña vida tan marcada que ha marcado la mía, 70 años más tarde.

Te estoy contando su historia para que la leas, espérame..

Me gustan los cuentos... y lucho por un final feliz continuo

Y aquí estoy, convencida de que he llegado a buen velero, un buque magnífico, que me llevará, a mí y a mi inocente y simple visión de la vida, a buen puerto, al puerto donde está el príncipe azul, aguardando perdido desde que le exiliaron por ser más guapo y más bueno, por ser mejor de los que querían ser como él. Y le traeremos de vuelta.

Mi pobre príncipe azul se llama sentido común, sin quererlo se enfrentó a la mediocridad, su bondad causó la envidia de la mediocridad, y allí lo dejó, aprovéchándose de su buena fé, lo engañó hasta dejarlo esperando en aquel puerto. Volverá, y se quedará.

Aquí sentada sin poder parar...

quieta la cabeza.

Rosa Díez hace mención de nuevo -las veces que habrá que decirlo, da igual, se dirá- a la mediocridad instalada como principio rector de la política de este país durante tanto tiempo.
He tenido ocasión, para desgracia de mi esperanza en el principe azul, de constatar que la mediocridad está instalada en nuestras vidas en demasiadas parcelas.
Cuando uno de los primeros consejos que recibes en tu incipiente vida laboral -en mi caso años ha- es "sé uno mas, sin destacar en nada, que si no te llueve marrones por un lado o por otro" por no decir que te conviertes en un "comemierda", como también he escuchado en multitud de ocasiones. Y el consejo, y el adjetivo compuesto de esa unión tan desagradable que suponer unir el sano acto de comer con justo lo contrario -lo que ha de salir por el orificio contrario al comer-, con la mierda han resonado, resuenan en mi cabeza una y otra vez, lo tengo bien presentes, aunque en mi caso sea para obviar lo evidente siempre que puedo, en esa rebeldía que siempre me han recriminado quienes me conocen, en ese ímpetu por conseguir hacer las cosas de la única manera que han de hacerse: bien. Sea lo que sea, hay que intentar hacer las cosas bien, de la mejor manera posible, para uno mismo y para los demás.
Ese principio que rige mi vida desde niña, no recuerdo cuándo -supongo que tiene que ver con la primera vez que mi madre me situó en el papel de modelo y ejemplo para mis hermanos, y que yo asumí como lo más normal, porque era la primera, la mayor, por eso y porque lo decía mi madre-, pues ese principio se pega de frente, se pega de leches con ese consejo que he tenido que seguir en más de una ocasión para seguir cuerda y sobrevivir a muchas situaciones dejando lo del Bien y la Justicia aparcados.

La vida laboral ha sido el entorno en el que más he podido apreciar lo útil de esta recomendación, en inversa proporción, ésa utilidad, a mi pequeño corazoncito y mi inocente idealismo. Pero en la vida cotidiana, fuera del trabajo, ha resultado igual de aplicable: "sé uno más sin destacar en nada", a lo que he tenido que ir añadiendo, de cosecha propia o ajena otras palabras como "si destacas por hacer las cosas bien, por tener iniciativa, al final la única perjudicada vas a ser tú". Y éste es, comprobado, uno auténtivo principio en la "productividad" de éste país. Sí, esa productividad que no tenemos, en la que estamos a la cola porque, entre otras cosas, no se premia a los que demuestran interés y capacidad, sino que se les castiga por no ser como los demás, por querer destacar, por no ser mediocres.

Mi experiencia personal, mi experiencia laboral me han dado lecciones en ese sentido, duras, pero por fortuna para mi espíritu también me han dado esperanzas, me han dejado a puerta abierta a la esperanza que necesitaba para seguir luchando en la medida de mis posibilidades como ciudadana, como persona, y, con esa esperanza latente, con ese principio aún rigiendo mi vida, me fui a topar con lo que buscaba desde que salí de la facultad. Escudriñaba el horizonte de la política esperando que mentes parecidas, con ese germen de sentido común, de mal visto idealismo, de utopía, de creer que las cosas hay que hacerlas bien, porque es la única manera de hacerlas para beneficio de todos, la más barata a la larga, mentes desde luego más sobresaliente que la mía, con mayores capacidades en campos que a mí se me escapaban, llegaran a discenir, en algún punto del tiempo que yo llegara a ver, que había que organizarse para cambiar las cosas desde la política. Desde pequeña, desde que nació mi amor por la Historia, me pareció de "sentido común" que la política fuera indispensable para el avance de las sociedades, porque política es dialéctica, entre grupos, entre individuos, dialéctica es comunicación, la esencia del ser humano, su capacidad de comunicación con sus iguales. Su capacidad para hacerse entender y transmitir su mensaje.
En eso estamos cuando denunciamos la mediocridad, en eso, en hacer llegar el mensaje de Unión Progreso y Democracia al conjunto de los ciudadanos, desde cada ciudadano, hablando con cada uno, pidiendo sus preguntas, escuchándole frente a frente.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Hablaban....

y hablaban. Llevaban así horas y horas, muchas más de las que se habían visto aquellos dos únicos días, 12 y 13 de mayo de 2009. Y era para lo que estaban allí. Para hablar, y hablando llegar a conclusiones, a acuerdos por los que se tomasen decisiones para dar soluciones a los problemas de los que les habían dicho, con su voto, que tenían que estar allí sentados, hablando.

Lo malo es que hablaban, pero no parecía que llegaran a muchas conclusiones que llevaran a soluciones. Los que les habían votado, los que les habían puesto allí, los veían a través de sus televisores, de sus radios y periódicos, cada uno en su casa, con sus familias, y no comprendían como se podía perder tanto tiempo en hablar sin llegar a solucionar apenas nada.

Y empezaban a preguntarse ¿Para qué les votamos?
Cada uno se preguntaba ¿Para qué les voté? ¿¿Qué están haciendo?? ¿Así trabajan por mí? Dudas, alimentadas por la forma de proceder de aquellos a los que se pagaba para que hablasen entre sí, dudas alimentadas porque sus palabras, sus palabras acumuladas en discursos, no parecía que dijesen nada.

La palabra está para transmitir un mensaje, pero los que les habían votado tenían la sensación de que usaban la palabra para todo lo contrario, para peder tiempo, para no decir nada relevante, para distraer, para no hacer su trabajo, sino para seguir allí, sentados, hablando, y hablando y perpetuarse así, con palabras engañosas.

Al menos así debían pensar muchos de aquellos que votaban, porque un pequeño grupo, harto de ir a votar y ver que, años y años y los sentados no hacían su trabajo, empezaron a hablar entre ellos, y se dieron cuenta de que pensaban igual, que, hablando ellos sí estaban llegando a sitios, a puntos que sí podían dar solución a los problemas.
Hablando, llegaron a la conclusión de que debían entrar en aquella sala donde estaban los que cobraban por hablar, para hacer oír las ideas y conclusiones a las que llegaban, porque podían aportar soluciones y hacer que de nuevo, las palabras sirviesen para lo que debían.
Y la decisión fue seguir las reglas, y cumplir con la ley de todos, de los que cobraban por hablar y de los que les votaban, para entrar en aquella sala haciendo bien las cosas.Y lo consiguieron.

Al principio fueron pocos, sólo uno en el principio. No le daban tiempo a hablar para poder decir todo lo que quería, pero estaba por fin y ese primero -que tuvo de género femenino- fue el principio de todo un cambio político. Un cambio que muchos, tanto de los que cobraban por hablar como de los que les votaban para ello, muchos no entendían ni querían que se diese ese pequeño cambio, porque no lo consideraban necesario unos, otros porque sabían que el cambio no iba a ser pequeño, y que era reflejo de un cambio mucho más profundo que se daba entre todos los que votaban.Entonces eran pocos, sólo uno a la vista de todos.

Entonces... ¿Cómo siguió la historia?
La estamos escribiendo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Intenso, in crescendo

Son los calificativos que me vienen a la mente al tratar de definir esta semana que acaba en la actividad de Unión Progreso y Democracia. Esto es precampaña de Europeas. En unos días lo llamaremos campaña. Tras el 7 de junio nosotros deberemos centrarnos en la preparación de nuestro primer Congreso, sin desatender, por supuesto, la actividad en los CELs, a la par que los demás frentes abiertos, que deben seguir abiertos, amén de los que debemos seguir abriendo.

Y venimos de las elecciones vascas, resultado materializado estos días ese flamante primer Lehendakari constitucionalista.

La actividad no cesa, se va incrementando, y así va a seguir hasta finales de octubre, mínimo.
Y así debe ser. Seamos un partido pequeño o grande hemos venido a esto. Sabíamos que éramos pequeños y hemos asumido el reto de competir con "los grandes partidos" para lograr un cambio real en beneficio real del ciudadano, haciendo política desde, para, por y con el ciudadano.
Ese reto implica intensidad en aumento.
En el camino ratos de pequeños desánimos, nada importante porque todos se superan.Nada importante porque todo lo supera el gran Ánimo que nos impulsa. El creer lo que hacemos ha llegado el momento de hacerlo, que hay que hacerlo y que vamos a lograrlo.

¿Qué resultados? No me he de mojar yo en augurios, pobre aprendiz de político, pero en mi interior sé a dónde quiero llegar como parte de este proyecto, y quiero llegar a ver cumplido este proyecto.
Quiero un horizonte de bienestar para los españoles, un horizonte asentado en bases firmes, que no desplomen como un castillo de naipes en cuanto arrecie el viento.
Quiero un horizonte al que se mire con sentido común, un horizonte en el que se vea un futuro a largo plazo, más allá de 4 años y un día -que más que el plazo de una legislatura de gobierno parece un condena ¿Nos condenan a sus gobiernos cada 4 años? ¿Cada cuatro años elegimos qué cruz "de los grandes partidos" soportamos como condena? ¿qué hemos hecho para estar condenados a estas dos cruces de insensatez, mediocridad y mentira?-
Este fin de semana mi grano de arena en la labor de Unión Progreso y Democracia fue promocionar y escuchar, de mil amores, a dos expertos en Economía, afiliados y colaboradores de UPyD.Todo el panorama desolador, las preguntas que llevo haciéndome años sobre porqué íbamos hacia donde íbamos y nadie hacia nada, resultó que tenía la respuesta que yo me había dado, la que me negaba a aceptar, porque presuponía a la clase política de este país un mínimo de decencia y compromiso con los ciudadanos españoles.
Pero cuando más sé, cuando más conocimiento tengo, cuanto más escucho y leo a expertos como los de ayer, unos afiliados, otros muchos independientes, más se confirma la respuesta, en economía y en tantas otras facetas de la vida de este país nuestro.

Los intereses partidistas son los que han movido y mueven la acción de "los grandes partidos" en manos de quienes hemos dejado nuestro gobierno.

Por fortuna eso va a cambiar(me asoma una sonrisa segura y tranquila, la sonrisa que tengo desde que trabajo en Unión Progreso y Democracia)

jueves, 7 de mayo de 2009

El señora Turpin aguarda, paciente

a que de una vez por todas me detenga a dedicarme a mí leyendo su historia. Van ya imnumerables intentos, uno cada noche desde hace semanas y tras tres renovaciones de salida en el biblioteca municipal.

Esta vez es la definitiva. No quiero dejarla esperándome en la estantería, silenciosa, gritándome son sus silenciosas letras, palabras, frases, que encuentran eco, eco, eco rebotando en mis neurones.

¿Y a quién culpar entonces de que doña Turpin me aguante tantos desplantes? Tantas cosas, vida diaria. 24 horas que no dan para todo. Y cuándo lo hacen te deleitas en la ilusión, mentira bonita, de que el día siguiente podrás estirar aún más esas horas.

Ayer me llamaba doña T desde mi bolso. Me pareció, mientras lo cogía con mi habitual falta de cuidado, aprisa, como siempre, para salir, aprisa, hacia el hipermercado, a por la compra que define una niñita de 19 meses. Y, mientras avanzaba mi paso más atropellado que ágil, el bolso clavaba sus asas y yo me preguntaba qué llevaba a aquella hora dentro para que me pesase así. Me detuve entre los coches del aparcamiento. Los carritos de la compra, encadenados a su aparcamiento correspondiente fueron los mudos testigos de mi gesto, cuando, al caer la luz del sobre los tesoros de mi bolso, me saludó primero el blanco de su canto y el verde de sus tapas, de las tapas del libro que me espera para contarme la historia de doña T.

Mi gesto era la disculpa, sin palabras. Buscaba una disculpa, mirando aquellas tapas verdes de piel, una disculpa que me eximiese de mi pecado. El pecado de elegir planchar, limpiar, hacer camas, quitarle el pañal a mi niña, hacer la compra, buscar trabajo, pensar en política, escribir este blog, todo antes que escuchar las páginas de su historia.

Buscaba una disculpa, de doña T y de don Pombo, pero no la encuentro porque no me la otorgo. No tengo disculpa ni me merezco. No hay excusa. Esta ilustre pareja que ya forman en la literatura, la señora T y su creador, el señor P, pues no me han de disculpar la falta si acabando el día les retomo ya en la forma y modos definitivos.

Nieves: ¡Ponte a leer de una santa vez!

viernes, 1 de mayo de 2009

¡Qué envidia!

Cuando he visto a los sindicatos en Francia, en el 1 de mayo, el día del trabajo, en la calle, comportándose de manera cívica, reinvindicando con el respeto a las normas de convivencia ciudadana. Pero todos a una, advirtiendo al gobierno, poniéndose en su lugar para poner en su lugar al gobierno.

¿Y nosotros, nuestros compatriotas militantes en los sindicatos españoles? ¿Nuestros sindicatos? Fuera de cumplir con trámite de dejarse ver hoy, fuera de cumplir con la irremediable exigencia de siquiera mencionar de manera tibia la palabra "huelga" hoy, ¿Cuándo van a hacer lo que tienen que hacer?