quieta la cabeza.
Rosa Díez hace mención de nuevo -las veces que habrá que decirlo, da igual, se dirá- a la mediocridad instalada como principio rector de la política de este país durante tanto tiempo.
He tenido ocasión, para desgracia de mi esperanza en el principe azul, de constatar que la mediocridad está instalada en nuestras vidas en demasiadas parcelas.
Cuando uno de los primeros consejos que recibes en tu incipiente vida laboral -en mi caso años ha- es "sé uno mas, sin destacar en nada, que si no te llueve marrones por un lado o por otro" por no decir que te conviertes en un "comemierda", como también he escuchado en multitud de ocasiones. Y el consejo, y el adjetivo compuesto de esa unión tan desagradable que suponer unir el sano acto de comer con justo lo contrario -lo que ha de salir por el orificio contrario al comer-, con la mierda han resonado, resuenan en mi cabeza una y otra vez, lo tengo bien presentes, aunque en mi caso sea para obviar lo evidente siempre que puedo, en esa rebeldía que siempre me han recriminado quienes me conocen, en ese ímpetu por conseguir hacer las cosas de la única manera que han de hacerse: bien. Sea lo que sea, hay que intentar hacer las cosas bien, de la mejor manera posible, para uno mismo y para los demás.
Ese principio que rige mi vida desde niña, no recuerdo cuándo -supongo que tiene que ver con la primera vez que mi madre me situó en el papel de modelo y ejemplo para mis hermanos, y que yo asumí como lo más normal, porque era la primera, la mayor, por eso y porque lo decía mi madre-, pues ese principio se pega de frente, se pega de leches con ese consejo que he tenido que seguir en más de una ocasión para seguir cuerda y sobrevivir a muchas situaciones dejando lo del Bien y la Justicia aparcados.
La vida laboral ha sido el entorno en el que más he podido apreciar lo útil de esta recomendación, en inversa proporción, ésa utilidad, a mi pequeño corazoncito y mi inocente idealismo. Pero en la vida cotidiana, fuera del trabajo, ha resultado igual de aplicable: "sé uno más sin destacar en nada", a lo que he tenido que ir añadiendo, de cosecha propia o ajena otras palabras como "si destacas por hacer las cosas bien, por tener iniciativa, al final la única perjudicada vas a ser tú". Y éste es, comprobado, uno auténtivo principio en la "productividad" de éste país. Sí, esa productividad que no tenemos, en la que estamos a la cola porque, entre otras cosas, no se premia a los que demuestran interés y capacidad, sino que se les castiga por no ser como los demás, por querer destacar, por no ser mediocres.
Mi experiencia personal, mi experiencia laboral me han dado lecciones en ese sentido, duras, pero por fortuna para mi espíritu también me han dado esperanzas, me han dejado a puerta abierta a la esperanza que necesitaba para seguir luchando en la medida de mis posibilidades como ciudadana, como persona, y, con esa esperanza latente, con ese principio aún rigiendo mi vida, me fui a topar con lo que buscaba desde que salí de la facultad. Escudriñaba el horizonte de la política esperando que mentes parecidas, con ese germen de sentido común, de mal visto idealismo, de utopía, de creer que las cosas hay que hacerlas bien, porque es la única manera de hacerlas para beneficio de todos, la más barata a la larga, mentes desde luego más sobresaliente que la mía, con mayores capacidades en campos que a mí se me escapaban, llegaran a discenir, en algún punto del tiempo que yo llegara a ver, que había que organizarse para cambiar las cosas desde la política. Desde pequeña, desde que nació mi amor por la Historia, me pareció de "sentido común" que la política fuera indispensable para el avance de las sociedades, porque política es dialéctica, entre grupos, entre individuos, dialéctica es comunicación, la esencia del ser humano, su capacidad de comunicación con sus iguales. Su capacidad para hacerse entender y transmitir su mensaje.
En eso estamos cuando denunciamos la mediocridad, en eso, en hacer llegar el mensaje de Unión Progreso y Democracia al conjunto de los ciudadanos, desde cada ciudadano, hablando con cada uno, pidiendo sus preguntas, escuchándole frente a frente.
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