viernes, 31 de julio de 2009

La niña...

había salido a por leche. Su madre la había mandado a por un poco de leche a la única vaquería que aún funcionaba. Era cara, pero habían podido vender como madera unos enseres viejos que encontraron y podían permitirse esos días traer un poco de leche a casa.

Todo el camino era subida. No una gran cuesta, pero sí muy larga. Tardaba un buen rato en llegar hasta la vaquería. Allí doña Eulalia se encargaba de medir cuidadosamente la leche, de las dos vacas que aún le quedaban, con arreglo al dinero que le presentaban.
Aquel día lo largo de la caminata no le importaba demasiado. Era una mañana fresca, suave para como lo habían sido las últimas. El cielo hablaba de lluvia. Algo de lo que se alegraba. Era mejor mojarse un tanto que subir y bajar aquella larga cuesta con el calor de día atrás. El ambiente seco hacía que se levantara mucho polvo al paso de carros, y ella notaba como la tierra se le colaba por la nariz y la boca, aventada por el movimiento de las ruedas y las patas de los animales.
Esa mañana era bien distinta, una mañana que invitaba a recorrer aquel paseo incluso sin haber sido necesario, tan sólo por el placer de caminar oliendo a tierra mojada, pensaba.

...

No hay comentarios:

Publicar un comentario