Mi cara no suele decirlo, no le suelo dejar que lo diga. Mis letras, en cambio... pero no te asuste, lector mío -amigos varios que os pasáis por aquí- ellas son mi principal vía de escape, mi forma de vomitar lo que me corroe y poder así seguir adelante.
Esta semana, con todo, no puedo dejar el tono tristón y pesimista. Hace una semana mataban a un hombre, padre de familia, por cumplir con su trabajo y hacerlo por principio. Era policía en el país Vasco. Todos conocemos a estar alturas su nombre. Hoy la muerte me marca de nuevo la rutina, más en privado -tal vez incluso me duele más, hay que ser sincero- porque se trata de la muerte de un niño, de apenas 10 años. Murió hace una semana.
Conocía a su padre. Un hombre, que con todos sus defectos, me parecía cabal y para quien su hijo lo era todo, lo único, aunque la rutina no le dejase demostrarlo todo lo que le hubiera gustado, o al menos así era cuando yo les conocí, a padre e hijo.
Me he tirado un buen rato sin poder reprimir el llanto -no pasa nada por reconocer que se llora, no llorar es lo grave-.
Tu niño, tu hijo, apagándose y me imagino en su situación, y no puedo. ¿cómo imaginar todo ese dolor por ver morir y sufrir a un hijo, y tan pequeño? La enfermedad se lo llevó no sin antes llevarse toda su energía. Todo ese dolor... sobrevivir a un hijo.
¿Os parece que con esto puedo ser hoy positiva? Sí, tengo muchos motivos para serlo. Hay mucha gente peor que yo en este mundo. Empezando por ese amigo que ya no tiene a su niño.
Yo hoy soy un poco, lo que puedo, ese padre.
Yo no puedo, no toca ser positiva.
Toca duelo, dolerse, es lo que toca...
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