O fue al revés, primero fue el miedo, luego la risa, reírse de ellos mismos ante la situación que se les presentó aquella noche, junto al cementerio del Oeste.
Seis señores, jóvenes y no tan jóvenes, con sus flamantes uniformes grises, dentro de su land rover gris ministerial -uniformidad que a poco tiempo, que nadie en aquel coche imaginaba tan breve, iba a cambiar de color, un más reflejo más del cambio total de una nación-, combatían como podían el frío que, a pesar de la protección que el automóvil ofrecía, empezaba metérseles en los huesos, ya tras varias horas de aquella guardia nocturna, rutinaria como otras, apostados junto a la tapia del cementerio y turnándose para la ronda que los llevaba, de dos en dos, a recorrer en paralelo a aquel muro, buena parte de su trazado.
La niebla había hecho hacía tiempo acto de presencia. Según pasaban las horas se hizo más persistente y densa. A las tres de la mañana no ser veía a un metro del coche en todas direcciones.
Volvía a esa hora la pareja que terminaba de hacer su correspondiente guardia en torno al rojizo muro. Pararon un tanto a furmar un cigarrillo rápido junto a autómovil antes de acomodarse de nuevo en su interior, buscando el calor del habitáculo y el calor de verse flanqueado, hombro con hombro, por los cuerpos de sus compañeros, y mitigar así aún más el frío de la noche.
Con la puerta abierta y a punto de subir, acababan de notificar al jefe de guardia el "sin novedad", a lo que el oficial contestó afirmando que a esas horas ya no saldría otro turno hasta las primeras claridades, antes de volver a la comisaría para cerrar turno y dar el relevo a los que entraban ese día en turno de mañana. Las bromas que surgían con lo espeso de la niebla y el lugar, justo a lado del campo santo, dieron paso a que no de ellos, recién trasladado de provincias, afirmase conocer una historia de almas en pena que ponía los pelos de punta y que mejor no contarla entonces, allí, junto a lo que descansaban para siempre, porque en su pueblo se sabía que además era cierta. Mientras en ese estaba el bienintencionado urbano de campo, entre las burlas de uno y el "no empecéis con lo mismo de siempre" de otro que sólo podía pensar en su pies helados dentro de aquel espartano land rover, se oyó un ¡¡¡UMMMM!!! que cortó en seco toda palabra y giró todos los cuellos hacía la dirección de dónde parecía provenir aquel lamento, pues así lo describirían quienes se atrevieron a contar el espisodio, tiempo después a sus más intimos.
Al silencio supino y los cuellos forzados acompañaron las miradas de miedo que nadie cruzó con los otros y el subir atropellado al coche de la pareja de policías que acababa de llegar mientras ambas puertas, aquella por la que accedían éstos y la delantera que el oficial hubiera abierto para recibir su informe de patrulla, se cerraron al tiempo con dos golpes secos y contundentes. Todos miraban hacia donde parecía que hubiera venido aquel sonido. Por varios segunda, nadie dijo nada. El campestre no pudo más y vomitó el nudo que le aprionaba la nuez: ¿pero eso que ha sido? Parecía que alguien se quejara... "¡Cállate", le ordenó sin dejarle terminar, el oficial. Al cabo de otros pocos segundos uno a uno empezaron a volver la mirada, miraban a todos los lados del coche, como esperando volver a oír aquel gemido en cualquier momento por cualquier sitido. Todos lanzaban miradas al oficial. Querían una explicación. "¡Qué mierda pasa! ¡Tengo monos en la cara o qué?! De aquí no se me mueve nadie hasta las seis de la mañana. Tenemos que acabar el turno." Nadie contesto. Agacharon la cabeza unos, otros siguieron mirando nerviosos por la ventanillas del coche, como itentando adivinar lo que escondía la niebla deseando no ver nada, y todos apregujados unos contra otros no sabiendo muy bien si buscaban el calor físico sin más y el bienestar que produce o la ficticia sensación de seguridad que transmitía.
Así tres largas horas.
La niebla empieza a despejar a la vez que la claridad a través de su cortina intuye un sol de estreno. Y por el espejo retrovisor se perfila el contorno de otro land rover aparcado unos metros detrás. Se abre y desciende un trinornio como cabeza de alfijer coronando el grueso capote verde. La figura de un guardia civil se acerca al coche gris. En cuanto el oficial puede ver claramente por el retrovisor un rostro humano enmarcado entre el negro superior y el verde oliva, desciende también del coche.
-"¡Buenos días!"-Saluda el guardia.
-"Buenos días!"-devuelve el policía.
-"¿Qué tal la guardia? Nosotros hemos pasado un frío hoy! ¡Qué nochecita!-Progigue el benemérito.
-"¡Y que lo digas! Entre el frío y la niebla se ha hecho larga la condená!"- Apostilla el nacional.
-"Nosotros hemos aparcado aquí sobre las tres. Pero no os hemos visto. Y como veníamos desde un trecho con la luces apagadas supongo que tampoco nos habréis visto"- Le explica al fin el guardia civil.
-"Ni oído que parábais el motor. ¿Vosotros no habéis oído el nuestro? Lo hemos tenido encendido hasta esa hora"- Se interesa el oficial.
-"Pues no. Estaban pasando varios coches por la carretera y con la niebla, habremos pensado que era alguno que disminuía para entrar en el cruce donde termina la carretera."
-"Y eso nos habrá pensado a nosotros también"-Le comenta el oficial mientras le ofrece un cigarrillo que el guardia civil acepta con la naturalidad de unos viejos conocidos.
-"Yo, según hemos parado, he tenido que salir a estirar las piernas porque llevábamos un buen rato en el coche. ¡Y qué sueño chico!"-exclama el guardia.
-"Pero con el frío este no hay quien pueda cerrar los ojos a gusto. Venga a bostezar. Te acomodas como puedes en el coche pero no hay manera"... le asegura el oficial.
-"Bostezo!!! Lo que no sé es como no he despertado yo a alguno de los que tienen hospedaje fijo ahí detrás -señalando la tapia del cementerio- ¡Me ha dado un bostezo al salir a estirar las piernas que me he asustado hasta yo! ¡Y todo este maldito frío y esta niebla que te cala!"
-El oficial mira de reojo a los suyos. Nadie dice nada pero a los gestos de sorpresa disimulada le suceden los gestos de alivio disimulado a igual nivel. "Pues mira que nosotros ni darnos cuenta. Habíamos oído algún ruido a esa hora pero al momento ha pasado un borracho andando como podía y hemos dado por seguro que habia sido él el del bostezo, pero ya te digo que lo hemos oído como si nada"- Acaba intentad no envergadura de nimiedad a la que dice.
-"Pues eso seguro que ha tenido que pasar algún coche al tiempo, que no me acuerdo, porque con lo cerca que estábamos sin saberlo, llego a estar yo donde vosotros, con esta niebla, y me voy directo a abrazarme a mi mujer, sin pasar por el cuartel para dar parte. Pues no te digo que me he asustado hasta yo!"-
Se miran y ríen mientras acaban el cigarrillo. Se despiden cordialmente. Cuando, unos minutos más tarde el land rover de la guardia civil arranca y se pierde al torcer en el cruce, el oficial manda hacer lo mismo para regresar a la comisaría: "¡Cómo se le ocurra alguno decir a los compañeros lo que ha pasado le meto un puro que se a acordar toda su puta vida de esta noche y no precisamente por haber visto un fantasma!". No puede evitar que se le vaya la risa, y con ella estallan las carcajadas dentro de land rover gris.
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