Mi cara no suele decirlo, no le suelo dejar que lo diga. Mis letras, en cambio... pero no te asuste, lector mío -amigos varios que os pasáis por aquí- ellas son mi principal vía de escape, mi forma de vomitar lo que me corroe y poder así seguir adelante.
Esta semana, con todo, no puedo dejar el tono tristón y pesimista. Hace una semana mataban a un hombre, padre de familia, por cumplir con su trabajo y hacerlo por principio. Era policía en el país Vasco. Todos conocemos a estar alturas su nombre. Hoy la muerte me marca de nuevo la rutina, más en privado -tal vez incluso me duele más, hay que ser sincero- porque se trata de la muerte de un niño, de apenas 10 años. Murió hace una semana.
Conocía a su padre. Un hombre, que con todos sus defectos, me parecía cabal y para quien su hijo lo era todo, lo único, aunque la rutina no le dejase demostrarlo todo lo que le hubiera gustado, o al menos así era cuando yo les conocí, a padre e hijo.
Me he tirado un buen rato sin poder reprimir el llanto -no pasa nada por reconocer que se llora, no llorar es lo grave-.
Tu niño, tu hijo, apagándose y me imagino en su situación, y no puedo. ¿cómo imaginar todo ese dolor por ver morir y sufrir a un hijo, y tan pequeño? La enfermedad se lo llevó no sin antes llevarse toda su energía. Todo ese dolor... sobrevivir a un hijo.
¿Os parece que con esto puedo ser hoy positiva? Sí, tengo muchos motivos para serlo. Hay mucha gente peor que yo en este mundo. Empezando por ese amigo que ya no tiene a su niño.
Yo hoy soy un poco, lo que puedo, ese padre.
Yo no puedo, no toca ser positiva.
Toca duelo, dolerse, es lo que toca...
Aquí encontrarás mis vomitonas, las de Nimi, que soy yo, como persona sin más, o como ciudadana, o también como afiliada a UPyD.
jueves, 25 de junio de 2009
miércoles, 17 de junio de 2009
Hasta hoy
no me he encontrado con ánimos para venirme aquí y dejar unas líneas. Ando estos días un tanto desalentada conmigo misma y con la sociedad en su conjunto por muchos motivos que no voy a enumerar ahora. No tengo ganas de hablar de nada político. Ya lo hacen otros mucho mejor que yo.
Hoy toca divagar. Detenerse en esa luz sombría, perezosa que entra por la ventana y lo inunda todo de tranquilidad luminosa. En el silencio, deternerse en el silencio imposible al teclear estas letras.
Letras es mi trabajo, mi alma, mi todo. Por lo que soy lo que soy. Y hoy debo volver a ellas. A la imagen que me las inspira y por la cual me espera esa niña muerta de frío y tú, esperando a saber por qué murió de frío tan sola, sin imaginar que iba a morir así. Pues sigue esperando. No ocurre nada en esa espera, no es tensa. Ahora me voy de aquí para poder dar aliento a tus segundos invertidos en este mismo lugar. Me voy porque lo manda esa imagen, de esa niña, para que ni ella ni tú esperéis más de lo necesario.... adiós...
Hoy toca divagar. Detenerse en esa luz sombría, perezosa que entra por la ventana y lo inunda todo de tranquilidad luminosa. En el silencio, deternerse en el silencio imposible al teclear estas letras.
Letras es mi trabajo, mi alma, mi todo. Por lo que soy lo que soy. Y hoy debo volver a ellas. A la imagen que me las inspira y por la cual me espera esa niña muerta de frío y tú, esperando a saber por qué murió de frío tan sola, sin imaginar que iba a morir así. Pues sigue esperando. No ocurre nada en esa espera, no es tensa. Ahora me voy de aquí para poder dar aliento a tus segundos invertidos en este mismo lugar. Me voy porque lo manda esa imagen, de esa niña, para que ni ella ni tú esperéis más de lo necesario.... adiós...
martes, 2 de junio de 2009
Cinco carteles magentas tuvieron la culpa...
o fue quien los rompió y los quitó de las paredes, de los lugares que los afiliados de Unión Progreso y Democracia de Daganzo habían elegido cuidadosamente, porque apenas si contaban unas decenas de carteles electorales para la Campaña de la Elecciones Europeas de 2009. El presupuesto del partido en aquella época era exiguo y se repartía al milímetro.
Ella no sabe qué le pasó por la cabeza cuando, tras casi cinco días de comprobar cómo aguantaban su escasa, vistosa y simbólica cartelería, comprobó esa tarde, mientras acudía a la guardería a recoger a su niña, cómo cinco de ellos, los más visibles al paso de transeúntes y conductores, habían sido arrancados. Al mismo tiempo comprobó que los carteles de los grandes partidos -los dos que se repartían la municipalidad daganceña hasta entonces-, PSOE y PP se llamaban en aquel entonces, estaban en su sitio. Algunos de los magenta habían sido adosados a la pared tapando el de uno u otro signo, ya que ya el primer día de campaña se ocuparon, sus respectivos servicios profesionales del sector- entre las 00:00 y las 8 de la mañana del día siguiente de inundar la localidad -como el resto de España- de todos los símbolos y material de propaganda política que el paisaje urbano pudiese soportar. Pues como digo, alguno, se asentaba sobre otro cartel y resultaba que dicho cartel, al arrancar los magentas, seguían en su sitio, inmaculados, de lo que se concluía, al menos así lo entendió ella, que, quienes se entretuvieron en arrancar lo que con tanto esfuerzo -esfuerzo voluntario, no profesional, alimentado con al espíritu y la fuerza de las ideas y sin ninguna remuneración de por medio- les había costado colocar a ellos, habían tenido buen cuidado en no despegar los de los grandes partidos.
Lo pensó un segundo, como un segundo duró el vistazo que echó a uno de los carteles, a lo poco que quedaba de él.
En el paseo hasta la guardería de su hija comprobó que la propaganda de PSOE y PP estaba intacta, incluso era más numerosa, y también más irrespetuosa con las fachadas y propiedades privadas.
Lo decidió en ese segundo. Su marido se sonreía. Sabía que lo iba a hacer.
Había conseguido otros pocos carteles en una acción conjunta con otros afiliados de otras poblaciones. Hasta ese segundo no creyó que fuese a usarlos.
A las 21:30 h salía de la habitación de su hija. La dejaba tranquila, en su cuna, después de su rutina diaria de baño, cena y cuento para dormir. A las 21:35 besó a su marido y le dijo que no tardaría más de media horita. En la puerta de casa, hizo la mezcla de la cola en el cubo de fregar. Unos minutos más tarde, gorra magenta bien encajada, guantes, el cubo, brocha, y carteles bajo el brazo se encaminaba a pegarlos de nuevo.
No había mucha gente por la calle. La noche que caía heredaba el calor que la tarde había dejado en el asfalto. De no ser día laborable las terrazas de bar por las que pasaba hubieran estado más llenas. Los clientes se la quedaban mirando. De igual manera, en plena faena de pegada de carteles en solitario, los vecinos que aprovechaban la calidez de hora para pasear o sacar al perro detenían su mirada en ella.
Y ella a lo suyo. Con vergüenza escondida bajo la visera, en la misma cantidad que su decisión de volver a pegar los carteles exactamente en el mismo sitio del que los habían arrancado. Los magentas, los únicos que habían arrancado.
Cinco carteles. En los lugares más visibles de la localidad, de Daganzo de Arriba, cinco tuvieron la culpa.
Escribo esto a las 23:00 de la noche del 2 de junio de 2009. Hace apenas 90 minutos que ha pasado todo esto.
Y todo por creer que las cosas tienen que cambiar, y que UPyD transmite ese cambio. Estamos re-ge-ne-rán-do-nos como ciu-da-da-nos.
Nieves Milagros M. G.
Ella no sabe qué le pasó por la cabeza cuando, tras casi cinco días de comprobar cómo aguantaban su escasa, vistosa y simbólica cartelería, comprobó esa tarde, mientras acudía a la guardería a recoger a su niña, cómo cinco de ellos, los más visibles al paso de transeúntes y conductores, habían sido arrancados. Al mismo tiempo comprobó que los carteles de los grandes partidos -los dos que se repartían la municipalidad daganceña hasta entonces-, PSOE y PP se llamaban en aquel entonces, estaban en su sitio. Algunos de los magenta habían sido adosados a la pared tapando el de uno u otro signo, ya que ya el primer día de campaña se ocuparon, sus respectivos servicios profesionales del sector- entre las 00:00 y las 8 de la mañana del día siguiente de inundar la localidad -como el resto de España- de todos los símbolos y material de propaganda política que el paisaje urbano pudiese soportar. Pues como digo, alguno, se asentaba sobre otro cartel y resultaba que dicho cartel, al arrancar los magentas, seguían en su sitio, inmaculados, de lo que se concluía, al menos así lo entendió ella, que, quienes se entretuvieron en arrancar lo que con tanto esfuerzo -esfuerzo voluntario, no profesional, alimentado con al espíritu y la fuerza de las ideas y sin ninguna remuneración de por medio- les había costado colocar a ellos, habían tenido buen cuidado en no despegar los de los grandes partidos.
Lo pensó un segundo, como un segundo duró el vistazo que echó a uno de los carteles, a lo poco que quedaba de él.
En el paseo hasta la guardería de su hija comprobó que la propaganda de PSOE y PP estaba intacta, incluso era más numerosa, y también más irrespetuosa con las fachadas y propiedades privadas.
Lo decidió en ese segundo. Su marido se sonreía. Sabía que lo iba a hacer.
Había conseguido otros pocos carteles en una acción conjunta con otros afiliados de otras poblaciones. Hasta ese segundo no creyó que fuese a usarlos.
A las 21:30 h salía de la habitación de su hija. La dejaba tranquila, en su cuna, después de su rutina diaria de baño, cena y cuento para dormir. A las 21:35 besó a su marido y le dijo que no tardaría más de media horita. En la puerta de casa, hizo la mezcla de la cola en el cubo de fregar. Unos minutos más tarde, gorra magenta bien encajada, guantes, el cubo, brocha, y carteles bajo el brazo se encaminaba a pegarlos de nuevo.
No había mucha gente por la calle. La noche que caía heredaba el calor que la tarde había dejado en el asfalto. De no ser día laborable las terrazas de bar por las que pasaba hubieran estado más llenas. Los clientes se la quedaban mirando. De igual manera, en plena faena de pegada de carteles en solitario, los vecinos que aprovechaban la calidez de hora para pasear o sacar al perro detenían su mirada en ella.
Y ella a lo suyo. Con vergüenza escondida bajo la visera, en la misma cantidad que su decisión de volver a pegar los carteles exactamente en el mismo sitio del que los habían arrancado. Los magentas, los únicos que habían arrancado.
Cinco carteles. En los lugares más visibles de la localidad, de Daganzo de Arriba, cinco tuvieron la culpa.
Escribo esto a las 23:00 de la noche del 2 de junio de 2009. Hace apenas 90 minutos que ha pasado todo esto.
Y todo por creer que las cosas tienen que cambiar, y que UPyD transmite ese cambio. Estamos re-ge-ne-rán-do-nos como ciu-da-da-nos.
Nieves Milagros M. G.
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