martes, 22 de febrero de 2011

¿Donde estabas el 23 F? Yo, en casa, asustada

Tenía siete años pero tengo grabadas a fuego las imágenes, las palabras, las sensaciones de aquella tarde.

Una tarde normal. Hacer los deberes. Mamá ayudándome, a mí y a mis hermanas, de 5 y 4 años -aprendí los principales ríos españoles con cinco años, y la vara de la profe presidiendo el aula mientras los recitabas de memoria-.

Mi madre encendió la tele -blanco y negro-. Votaban la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. Yo solo sabía que veía a esos señores tan serios sentados en aquella sala tan seria, y que todo eso -más por lo que me no contaba mi padre que por lo que me decía, y por lo que oía a mis abuelos y tíos- era muy importante aunque fuera muy aburrido.

Entonces pasó algo. Movimiento... No se veía bien la imagen que sale siempre... Sonó el teléfono. Era mi padre, que estaba de servicio esa noche. Solo oí que mi madre, con el rostro preocupado como no la había visto hasta entonces le decía a mi padre, en su tono serio y contundente de siempre: "Tú verás lo que haces, pero yo cojo a los niños y me voy al pueblo". Mi padre siguió hablando al otro lado.

Yo seguía mirando la tele, y miraba a mi madre. Recuerdo que mis hermanos estaban allí, todos más que pequeños que yo, pero no tengo ninguna imagen clara de ellos. Todo era que mi cabeza me decía: "pasa algo muy grave, algo malo, y tiene que ver con los señores de la tele y papá".
Nos fuimos a dormir. No sé cómo durmió mi madre.

Después supe cómo lo paso mi padre... mal. Aquella llamada que hizo a mi madre fue para decirle lo que había pasado y que los llevaban a la puerta del Congreso, que no sabía qué iba a pasar pero que él estaba bien.

Mi madre esperó, ¡Cómo no iba a esperar! Esperó en su casa, como la mayor parte de los españoles, con el corazón en vilo porque las cosas podían cambiar a peor pero, más que nada, porque su marido estaba allí, frente al Congreso, sin saber si al día siguiente estaría detenido -o algo peor-.

Que al día siguiente su marido fuese militarizado de nuevo era lo que menos le preocupaba. Bajo un regímen u otro sus cuatro hijos y su marido tenían que poder vivir. La enseñaron que la política era mala y peligrosa, porque se llevó por delante a media familia antes y durante la guerra, y porque su padre estuvo preso dos años, paliza día sí, día también por servir en el bando perdedor de aquella contienda.

Ya entonces no entendía a mi madre en aquella postura, como no entendía a la familia de mi padre renegando de él entre dientes por elegir aquel oficio aún en el anterior régimen, con nómina segura para alimentar bocas pero arriesgado cada día, no entendía a mi padre, nadando entre unos y otros, sin opinar, sin abrir la boca, trabajando y guardándose sus opiniones hasta que fuimos mayores.

Aquel rato, viendo a mi madre con el auricular aferrado, viendo frente a la tele su expresión: "¿qué va a pasar?"... lo tengo grabado a fuego.

Tal vez por aquella noche, tal vez por la posición de unos y otros en mi familia frente a la política, tal vez por aquel cigarrillo que mi padre ofreció al guardia civil mientras uno y otro hacían guardía aquella noche frente al Congreso, tal vez fue que me interesó siempre la Política, y por ese interés fue que llegué a la conclusión de la importancia de una Política bien entendida, de una sana Política practicada en Democracia entre Ciudadanos.

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