viernes, 15 de enero de 2010

Grito porque no puedo hacer otra cosa

además de sentirme fatal por todos esos niños que están sufriendo en Haítí mientras yo escribo estás líneas.
Tengo la imagen de un niño de dos años clavada en la mente. Lo veo con los ojos perdidos, la carita húmeda de haber pasado horas llorando, los ojos secos porque su cuerpo ya no puede ni llorar, mirando en derredor,
sin nadie...
Sin que haya nadie que le cuide, que le coja la mano, que le dé de comer, que le limpie la cara... que le abrigue, que le calme y le hable suavemente, y le abrace, y le cante para calmarle... por todo eso no me cabe la rabia en el cuerpo por saber que estoy sentada aquí mientras él está allá, mientras ellos están allá, en Haití, en tantos lugares.... muriendo en vida sin apenas haberla comenzado, no me cabe la rabia porque tantos consentimos que la desgracia se cebe con mi pequeño desgraciado de dos años, allá donde esté, aquí en mi centro...
miro hacia arriba, mi hija de dos años duerme tranquila y segura, abrigada... nanas, abrazos, sonrisas, manos que la llevan, que la guían y protegen... y pienso en él, y pienso en todos, en esa infancia robada... y es dolor, y es impotencia, y es desear que no sufran, lo único, desear...

Si consentimos el sufrimiento infantil, despreciamos el futuro, despreciamos lo mejor del ser humano porque un niño es el mejor hombre

Lloro y grito

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